«Hoy me conformo con jugar. Todavía soy una víctima del ajedrez. Tiene toda la belleza del arte y mucho más. No puede ser comercializado. El ajedrez es más puro que el arte en su posición social. Las piezas del ajedrez son las mayúsculas del alfabeto que da forma a los pensamientos; y estos pensamientos, aun componiendo un diseño visual en el tablero, expresan su belleza de forma abstracta, como un poema. […] He llegado a la conclusión de que, si bien no todos los artistas son jugadores de ajedrez, todos los jugadores de ajedrez son artistas.»
En 1911, Duchamp presentó su primera obra relacionada a este deporte, Retrato de jugadores de ajedrez, donde intentó representar la actividad mental en una partida de ajedrez. Diez años después, anunciaría su retiro del arte -tras finalizar su obra más conocida, El gran vidrio- para dedicarse de lleno a las tablas.
Luego de su paso por Argentina, jugó repetidas veces el Campeonato de Francia, entre otros torneos internacionales. Formó parte del equipo francés en las Olimpíadas de 1928 y 1930 y se enfrentó con muchos de los mejores jugadores de la época, de los cuales logró una victoria sobre Koltanowsky y tablas con Tartakower, Opocensky, Zsnosko-Borovsky y Marshall.
En una de sus cartas enviadas a amigos, confesaba que quería ser el mejor jugador de Francia, aunque no lo consiguió. Sin embargo, su amor por el juego de mesa fue tal que, cuando falleció, el diario Le Figaro publicó su obituario en la sección de ajedrez.